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lunes, 8 de enero de 2018

El Burro, el Buey y el Labrador


Hubo una vez un comerciante que tenía mucho dinero y muchísimo ganado (cientos de chivos y ovejas) las cuales pastaban en grandes extensiones de terreno, tenía una hermosa esposa y varios hijos, pero lo más importante de todo es que al momento de nacer se le habían concedido el don de entender el lenguaje de los animales. Dicho comerciante vivía en una casa muy grande y tenía en su granja un burro y un buey. Cierto día el comerciante fue a visitar la granja y vio que el establo del burro estaba muy limpio, brillando, bien barrido y trapeado, y el burro dormía cómodamente en su camita de paja. El burro era bien tratado, porque cuando al comerciante se le presentaba algún asunto urgente, se montaba encima del burro y se iba rumbo a su diligencia y cuando regresaba lo devolvía al establo. Ese día el comerciante escuchó que el buey le decía al burro: “dios mío estoy reventado y cansadísimo” mientras que tú echadóte ahí en tu camita de paja y cebada, te sirven comida y te tratan bien, si alguna vez el patrón te monta, más que rápido te deja en paz, en cambio yo, yo todito el día estoy arando que arando la tierra y dando vueltas y vueltas en el molino para hacer la harina. El burro lo miró y le dijo: mirá buey, escúchame: “mañana cuando salgas al campo a arar la tierra, ni bien te estén amarrando la cuerda en el cuello, cáete, déjate caer y no te levantes, aunque te golpeen y te pateen” luego te levantas un poquito y te caes de vuelta y colocas tu patita en la frente, hecho el cansado, después cuando te lleven al establo te van a servir frutas, pastito fresco y agüita, pero  no comas, eh no comas, aguántate de comer y beber por unos 2 o 3 días, actúa como si estuvieses cansado de verdad, así de esa forma vas a descansar de la fatiga y el trabajo y el buey pensaba: “ña este burro ni tan burro es”.
El que tampoco era un burro era el comerciante que estaba escuchando toda la conversación, al día siguiente, cuando uno de los peones estaba llevando al buey notó que estaba muy débil, comenzó a arar la tierra y se desplomó en la tierra, trataron de levantar al buey y otra vez de cayó, entonces el comerciante le dijo al peón: llevá al buey al establo para que descanse y tráeme al burro, el burro va a reemplazar al buey y va a arar la tierra y moler maíz en el molino todo el día. Cuando el burro regresó ya de noche al establo, el buey le agradeció sus concejos ya que todo el día estuvo echado y contento, el burro no le contestó si quiera porque estaba muy cansado y arrepentido de haberle dicho eso al buey.
Al día siguiente volvió el peón y de vuelta agarró al burro y le hizo trabajar desde temprano en la mañanita hasta caída la noche. El burro regresó al establo cansadísimo, apenas podía caminar, el buey lo vio y le dijo: gracias de nuevo burrito, estoy súper relajado y contento y el burro pensaba: “antes vivía feliz y tranquilo, el favorecer al prójimo me ha perjudicado” y le responde: “sabes buey, no me gusta el chisme yo te aprecio mucho, y sabes que soy un buen consejero tuyo”, por eso te voy a contar lo que he oído decir a nuestro amo, él dijo: “si el buey no se levanta de su pesebre, llévenlo al matadero y que lo sacrifiquen para que por lo menos su piel sirva de tapete y su carne alimente a mis peones” yo buey te quiero mucho me preocupas y temo por ti, por eso te cuento, porque me importas mucho y no quiero que te pase nada.
Cuando el buey escucho las palabras del burro, le dio las gracias: “gracias hermanito mañana mismo voy a ir a arar la tierra y a dar vueltas en el molino” y se puso a comer todo el pasto que pudo y a tomar toda el agua que pudo. El comerciante también había oído la conversación y cuando amaneció junto con su hermosa esposa se dirigieron al establo del ganado a ver como se levantaba el buey y se sentaron, llegó el peón, agarró al buey y salieron, en ese momento el buey lo vio a su amo y le sonrió y se puso a batirle la cola como un perrito y el comerciante se comenzó a matar de risa, se reía y se reía y su esposa le preguntó de qué te ríes tanto?, no te puedo decir, solo es algo que he oído que no te puedo contar porque si no yo moriría, - no me importa, tienes que contarme aunque te mueras, contestó la mujer, - en verdad no te puedo contar porque de verdad, de verdad moriría, - lo que pasa es que vos te estás riendo de mí y así la esposa estuvo días insistiéndole a su marido para que le cuente, somos esposos los esposos no pueden tener secretos, lo que pasa es que no me quieres, hay otra, es eso, hay otra mujer.
Insistió tanto que al final el comerciante decide contarle todo aunque sabía que iba a morirse si contaba su secreto, iba a contarle porque la amaba muchísimo a su esposa, habían estado 20 años juntos y tenido juntos varios hijos. Entonces el esposo se alista, como iba a morir llama a todos sus hijos, a sus hermanos, a su abogado, invita a todo el pueblo para que asista. Llega el día en que iba a revelar su secreto, las personas del pueblo le decían a la esposa: “por dios santo mujer, deje en paz al pobre hombre, es el padre de tus hijos, solo es un pequeño secreto”, no! si me ama, tiene que decirme, así que el comerciante va hasta el establo a despedirse de sus animales, en el establo estaba su perro que estaba ladrando al gallo y el comerciante dice: “que tanto le ladra el perro al gallo?” se acerca y comienza a escuchar lo que le decía, el perro le decía al gallo: “vos estás loco, te falta un tornillo? como puedes estar tan contento y cantando cuando nuestro amo se va a morir” el gallo le responde: “el solito se lo ha buscado” mirá: cuando una de mis gallinas se enoja yo la dejo que se enoje contal, yo tengo otras 49 gallinas más que están felices conmigo, yo manejo a 50 esposas y el amo no puede con una, sabes que debería hacer el amo, debería sacar una rama de molle entrar a su habitación y darle una buena tunda a su mujer hasta que se arrepienta y pida perdón, con ese método no va a volver a preguntar nada, cuando el comerciante escuchó las palabras del gallo, se fue hasta un árbol de molle, sacó una rama y fue a buscar a su esposa y comenzó a darle: “maldita, desgraciada, sinvergüenza, te doy todo y quieres que me muera” no me pegues, - cállese la boca, al final la mujer se arrepiente, te pido perdón y le besa los pies y las manos y se reconcilian, bajan de la mano, comunican al pueblo que no iba a contar el secreto y vivieron felices para siempre.
Moraleja
  • Aprendamos a escuchar, hasta de un animal podemos aprender, si escuchamos los consejos, los pongamos en práctica como el buey
  • No hay que fingir para ganar cosas, la vagancia no nos lleva a nada
  • No hay escusas para no trabajar
  • No hay que cerrarse con un solo camino, el comerciante solo veía un camino, la muerte, habiendo tantas soluciones para arreglar los problemas
  • La flojera no es la respuesta, el trabajo es el que siempre te da ganancias. Para eso están los domingos.

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