Había una vez un cazador que dedice ir al bosque a cazar águilas, no para comerlas ni para hacer sopa, sino para venderlas como mascotas, las cazaba, les cortaba las alas y las vendía en una jaula como hacen con los loros.
Llegó al lugar donde habitan las águilas, un cerro muy alto, cuando de repente ve a un águila en plena acción, estaba cazando, y se lanza a toda velocidad desde los cielos, atrapando con sus enormes garras a una oveja y se la lleva hasta la punta de los cerros y se la come.
El cazador observó que justo había ahí un cuervo queriendo imitar lo que hacía el águila, el cuervo voló desde lo alto y se lanzó hacia la oveja, con tanta mala suerte que sus garras del cuervo se enredaron en la lana de la oveja y no podía soltarse, el cazador se acerca y lo atrapa diciendo: -bueno, no pude cazar un águila pero me llevaré este pájaro, algo puedo ganar con él, aunque sea se lo puedo dar a mis hijos para que jueguen con el cómo juguete, agarra la tijera, le corta la punta de las alas para que no vuele.
Y así hizo el cazador llegó a su aldea y se les dio de regalo a sus hijos, y uno de sus hijos le dice: “así que estas son las famosas águilas, gracias papi, no sabía que eran negras”,
—No hijo esa ave es un cuervo, pero se cree águila, así que hijo tu nunca seas algo que no eres.
Moraleja
Cada uno de ustedes tiene una habilidad, es muy bueno en hacer algo. Y eso que saben hacer no lo puede hacer nadie más como ustedes. Y esa habilidad que tienen sirve para algo, entonces dedíquense a hacer lo que saben con su sello personal.
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