Había un profesor
estricto y mano dura, pero muy reconocido también por sus alumnos como un
hombre justo y comprensivo. Un cierto día, al terminar las clases, y mientras
organizaba unos documentos en su escritorio, uno de sus alumnos se le acercó y
en forma desafiante le dijo: —Profesor!, lo que más me alegra de haber
terminado las clases es que no tendré que es-cuchar más sus tonterías y podré
dejar de ver su estúpida cara. El alumno estaba erguido y arrogante,
esperando que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró
de frente al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó: —Cuando
alguien te ofrece algo que no quieres, ¿lo recibes? El alumno quedó
desconcertado por la inesperada pregunta y no pudo más que contestar: —Por
supuesto que no, repuso en forma aprensiva y fría. —Bueno —prosiguió
el profesor, —cuando alguien intenta ofenderme, o me dice algo desagradable,
me está ofreciendo algo que yo puedo decidir aceptar o no aceptar. —No entiendo
a qué se refiere —replicó el alumno confundido. —Muy sencillo —dijo el
profesor —tú me estás ofreciendo rabia y desprecio; y si yo me siento
ofendido, o me pongo furioso, estaré aceptando tus emociones como un regalo. Y
yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Enseguida
añadió: —Muchacho, tu rabia pasará; pero no trates de dejarla conmigo como
si fuera un regalo porque no me interesa guardarla. Yo no puedo controlar lo
que tú llevas en tu corazón, pero de mí depende lo que yo cargo en el mío.
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jueves, 4 de agosto de 2022
Regalos Que Se Rechazan
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