Buscar tu mejor cuento

martes, 30 de agosto de 2022

Tanto Para Aprender



Aprendí que la mayoría de las cosas por las que me preocupo nunca suceden. Aprendí que cada logro alguna vez fue considerado imposible. Aprendí que nada de valor se obtiene sin esfuerzo. Aprendí que la expectativa es con frecuencia mejor que el suceso en sí. Aprendí que aun cuando tengo molestias, no necesito ser una molestia. Aprendí que nunca hay que dormirse sin resolver una discusión pendiente. Aprendí que no debemos mirar atrás, excepto para aprender. Aprendí que cuando alguien aclara que se trata de principios y no de dinero, por lo general se trata de dinero. Aprendí que hay que luchar por las cosas en las que creemos. Aprendí que las personas son tan felices como deciden serlo. Aprendí que la mejor y más rápida manera de apreciar a otras personas es tratar de hacer su trabajo. Aprendí que los días pueden ser largos, pero la vida es corta. Aprendí que, si tu vida está libre de fracasos, es porque no has arriesgado lo suficiente. Aprendí que es bueno estar satisfecho con lo que tenemos, pero nunca con lo que somos.

Aprendí que podemos ganar un centavo en forma deshonesta, pero que más tarde este nos costará una fortuna. Aprendí que debo ganar el dinero antes de gastarlo. Aprendí que debemos apreciar a nuestros hijos por lo que son y no por lo que deseamos que sean. Aprendí que el odio es como el ácido: destruye el recipiente que lo contiene. Aprendí que planear una venganza sólo permite que las personas que nos hirieron lo hagan por más tiempo. Aprendí que las personas tienen tanta prisa por lograr una "buena vida" que con frecuencia la vida pasa a su lado y no la ven. Aprendí a no dejar de mirar hacia el futuro; que todavía hay muchos buenos libros para leer, puestas de sol que ver, amigos que visitar, gente a quien amar y viejos perros con quienes pasear. Aprendí que todavía tengo mucho que aprender.

La Felicidad Es El Camino


Nos convencemos de que la vida será mejor después de cumplir los 18 años, después de casarnos, después de conseguir un mejor empleo, después de tener un hijo, después de tener otro. Luego nos sentimos frustrados porque nuestros hijos no son lo suficientemente grandes, y pensamos que nos sentiremos felices cuando lo sean. Después nos lamentamos porque son adolescentes difíciles de tratar; ciertamente, nos sentiremos más felices cuando salgan de esa etapa. Nos decimos que nuestra vida será completa cuando a nuestra pareja le vaya mejor, cuando tengamos un mejor auto o una mejor casa, cuando podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados. La verdad es que no hay mejor momento que este para ser felices. Si no es ahora, ¿cuándo? Una de nuestras frases favoritas es de Alfred de Souza: "Por largo tiempo parecía para mí que la vida estaba a punto de comenzar, la vida de verdad. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar; entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta de que estos obstáculos eran mi vida".

Esta perspectiva nos ha ayudado a ver que no hay camino a la felicidad: la felicidad es el camino. Debemos atesorar cada momento, mucho más cuando lo compartimos con alguien especial, y recordar que el tiempo no espera a nadie. No esperes hasta terminar la escuela, hasta volver a la escuela, hasta bajar diez kilos, hasta tener hijos, hasta que los hijos vayan a la escuela, hasta que se case, hasta que se divorcie, hasta el viernes por la noche, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que muera, para aprender que no hay mejor momento que este para ser feliz. La felicidad es un trayecto, no un destino. Trabaja como si no necesitaras dinero, ama como si nunca te hubieran herido y baila como si nadie te estuviera viendo.

jueves, 25 de agosto de 2022

Sembrar El Futuro

En un oasis escondido en los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba de rodillas el viejo Hakim, al costado de algunas palmas datileras. Su vecino Mohammed, un acaudalado mercader, se detuvo en el oasis para abrevar sus camellos y vio a Hakim transpirando, mientras parecía cavar en la arena.¿Qué tal, anciano? La paz sea contigo.Y contigo -contestó Hakim sin dejar su tarea.¿Qué haces aquí, con esta temperatura, trabajando con esa pala? Siembro, contestó el viejo. ¿Qué siembras aquí, Hakim?Dátiles, respondió el viejo señalando las palmeras. ¡Dátiles!, repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa, No, debo terminar la siembra, luego, si quieres, beberemos.

-Dime, amigo, ¿Cuántos años tienes?No sé: sesenta, setenta, ochenta, no sé...lo he olvidado. Pero eso, ¿Qué importa?Mira, amigo, las datileras tardan más de cincuenta años en crecer, y sólo entonces están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los cien años, pero tú sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo. Mohammed, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probarlos. Siembro hoy para que otros puedan comer dátiles mañana. Y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

Me has dado una gran lección, Hakim; déjame que te pague esta enseñanza, poniendo en la mano del viejo una bolsa de cuero llena de monedas. Te lo agradezco. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosecharlo que sembrara. Parecía cierto y, sin embargo, mira: todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy, y es quizás más importante que la primera. Déjame, pues, que pague también esta lección con esta otra bolsa de monedas.Y a veces pasa esto, siguió el anciano, extendiendo la mano para mirar las dos bolsas: sembré para no cosechar, y antes de terminar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas no me alcanzará toda mi fortuna para pagarte.

Moraleja

Esperamos resultados inmediatos, queremos todo ya. Decimos que no estamos inmersos en la sociedad de consumo, pero maldecimos las escasos segundos que este mensaje tarda en llegar, o los que demora el semáforo en cambiar de color.

La Mejor Dádiva

En una pequeña ciudad de Italia, los fieles fueron invitados un día de fiesta a depositar una limosna delante del altar. Quien diera una cosa realmente aceptada por el Señor, sería testigo de un milagro, sabría que su ofrenda le había agradado a Dios. Todos se apresuraron a traer los objetos más costosos, dinero, joyas, piedras preciosas, piezas de oro y plata, vestidos caros, estatuas magníficas. Eran ofrendas llenas de vanidad, rebosantes de orgullo. La gracia divina no reconoció ninguna señal reveladora de aquellas ofrendas. Y todos dejaban el templo, cabizbajos, avergonzados, por haber ofendido a Dios. Al caer la tarde, una joven pobremente vestida, se presentó ante el altar solamente trayendo un collar hecho de hilo y piedritas, este collar me lo hizo mi hija antes de que falleciera de cáncer, solo tenía 9 años, sé que no vale nada para ti pero vale mucho para mí, dijo la mujer. Después se levantó y salió de la catedral con el semblante tranquilo y alegremente iluminado. Entonces todos los fieles miraron hacia el altar y, ¡oh milagro del cielo! Dos lirios blancos habían surgido en el altar, su blancura era deslumbrante y su perfume inundaba el aire. Era la señal prometida. La pobre niña no tenía ricos presentes que ofrecer, pero se regaló ella misma y aquella humilde pero sublime ofrenda fue aceptada por el Señor, ya que entregó todo lo que tenía.

martes, 23 de agosto de 2022

La Pregunta Más Importante

 

En cierta ocasión, durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última: ¿Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?, Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 5O años, pero, ¿Cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen sin contestar la última pregunta. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la calificación. Definitivamente, contestó. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aun si ustedes sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!" Nunca olvidé esa lección, y supe luego que su nombre era Dorothy. Ahí me di cuenta de que todos somos importantes. 

Moraleja

La vida da muchas vueltas, un dia estás arriba y otro abajo. Hay que llevarse bien con todos, la humildad ante todo. 

El Sentido de la Vida

–Cuál es el sentido de la vida? Gorjeaba el ruiseñor. –¿Qué otra cosa sino cantar? Y rompió el aire con sus trinos. –¿Cómo va a ser el canto? Gritó un topo negro, –de ninguna manera, luchar continuamente con la oscuridad; en eso consiste la vida. –¡Eso sí que no! Objetó una mariposa de irisados colores. –Goces y alegría; esto es la vida. Tampoco tú tienes la razón, –le contestó una abeja, porque el sentido de la vida consiste en trabajar esforzadamente cada día, más trabajo que alegría. –¡Ah, es verdad! suspiró una hormiga. Más trabajo y cansancio que alegría. Desde las alturas bajó ruidosamente la voz de un águila: –Ninguno de ustedes tiene razón. La vida es libertad y poder, y ascenso a las alturas azules. Entonces se enzarzaron en la discusión las mismas plantas. El pino esbelto dio la razón al águila, afirmando que la vida es el ascenso a las alturas.

La rosa de los Alpes y la siempreviva fueron del parecer de la hormiga: –la vida no es más que lucha continúa y constante penar. La rosa y el lirio dijeron que la vida ha de ser pura alegría y mero encanto. También la nube hizo descender su voz: –La vida es amargura, llanto y lágrimas. Los ríos, que corren rápidos, gritaron sin pararse: –La vida es un continuo perecer; es un simple pasar…Y cuando el desconcierto y la contradicción y el desorden más caótico estaba en su apogeo, comenzó a repicar la campana de Navidad, y enmudeció como por encanto aquella algarabía del discutir, del filosofar y del charlar, y en el silencio repentino comprendieron todos la verdad de que la verdadera vida está en la paz y en la alegría, en la fuerza y en la armonía, en el empuje y en el valor, en la fidelidad y en la pureza.

domingo, 21 de agosto de 2022

Si Dios Quiere

Dos amigos se encuentran en el camino y uno le pregunta al otro, ¿Dónde vas? Voy al mercado a comprar un burro, será si Dios quiere, no hace falta decir si dios quiere, le responde el amigo tengo dinero y en el mercado venden burros así que no hay duda de que regresaré con un burro, si Dios quiere, acuérdate que siempre hay que decir si Dios quiere, el amigo se fue y camino al mercado unos ladrones robaron el dinero que traía, se quedó sin nada, pero como se sentía humillado por la situación fue con el vendedor de burros y lo convenció de que se lo entregara con la promesa de que en breve se lo pagaría a un precio más alto.

De vuelta a su caso otros ladrones le robaron al burro, y de yapa le dieron una paliza, ya de noche venia de regreso por el camino cuando se encontró de nuevo con su amigo, ¿de dónde vienes con ese aspecto? Me han robado el dinero si Dios quiere, también me han robado el burro si Dios quiere, tengo una deuda que no sé cómo pagar si Dios quiere, me han dado una paliza si Dios quiere, voy a que me vea el médico si Dios quiere y maldito sea tu padre si Dios quiere.

La humildad de un santo

Érase una vez un hombre tan piadoso que hasta los ángeles se alegraban viéndolo. Pero, a pesar de su enorme santidad, no tenía ni idea de que era un santo. Él se limitaba a cumplir sus humildes obligaciones, difundiendo en torno suyo la bondad de la misma manera que las flores difunden su fragancia, o las lámparas su luz. Su santidad consistía en que no tenía en cuenta el pasado de los demás, sino que tomaba a todo el mundo tal como era en ese momento, fijándose, por encima de la apariencia de cada persona, en lo más profundo de su ser, todos eran inocentes y honrados. Por eso amaba y perdonaba a todo el mundo, y no pensaba que hubiera nada extraordinario en ello, porque era la consecuencia lógica de su manera de pensar.

Un día le dijo un ángel: Dios me ha enviado a ti. Pide lo que desees, y te será concedido. ¿Deseas, tal vez, tener el dónde curar?” No, respondió el hombre, preferiría que fuera el propio Dios quien lo hiciera. ¿Quizá te gustaría devolver a los pecadores al camino recto?” No, respondió el hombre, no es para mí eso de conmover corazones humanos. Eso es propio de los ángeles ¿Preferirías ser un modelo tal de virtud que suscitaras en la gente el deseo de imitarte? No, dijo el santo, porque eso me convertiría en el centro de atención. Entonces, ¿qué es lo que deseas?, preguntó el ángel. La gracia de Dios, respondió él. Teniendo eso, no deseo tener nada más. No, le dijo el ángel, tienes que pedir algún milagro; de lo contrario, se te concederá cualquiera de ellos, no sé cuál. Está bien; si es así, pediré lo siguiente: deseo que se realice el bien a través de mí, sin que yo me dé cuenta. De modo que se decretó que la sombra de aquel santo varón, con tal de que quedara detrás de él, estuviera dotada de propiedades curativas. Y así, cayera donde cayera su sombra y siempre que fuese a su espalda, los enfermos quedaban curados, el suelo se hacía fértil, las fuentes nacían a la vida, y recobraban la alegría los rostros de los agobiados por el peso de la existencia. Pero el santo no se enteraba de ello, porque la atención de la gente se centraba de tal modo en su sombra que se olvidaban de él; y de este modo se cumplió con creces su deseo de que se realizara el bien a través de él y se olvidaran de su persona.

viernes, 19 de agosto de 2022

Lo Tuyo Y Lo Mío

 

Cuando una señora llegó a la parada de trenes, le informaron que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera. Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: No podrá ser tan caradura, mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.

¡Gracias! dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta. De nada, contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:  ¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo! De pronto sintió la boca reseca por el disgusto.  Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

Moraleja

Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza hace que juzguemos arbitrariamente a las personas o situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad.

Las Diferencias


Los deseos más importantes de toda persona son crecer y ser felices, muchos piensan que una buena forma de lograr esos anhelos es la riqueza. Así como hay personas pobres y ricas, hay países pobres y ricos. La diferencia entre unos y otros no está en el tiempo durante el cual han sido creados, así lo demuestran casos como los de India y Egipto, que albergaron grandes civilizaciones de miles de años y hoy en día son pobres. En cambio, Australia y Nueva Zelanda que hace algo más de 200 añitos, eran territorios casi deshabitados y desconocidos, son ahora países desarrollados y ricos. La diferencia entre los países pobres y ricos tampoco está en los recursos naturales con que cuentan. Japón, por ejemplo, tiene un territorio muy pequeño, del cual el ochenta por ciento es montañoso, no apto para la agricultura ni la ganadería; sin embargo, es una potencia económica mundial que recibe materias primas y las industrializa y manda a buena parte del planeta, obteniendo de ello riqueza. Suiza no tiene océano, pero cuenta con una de las flotas navales más grandes del mundo; no tiene cacao, pero fabrica el mejor chocolate; en sus pocos kilómetros cuadrados se pastorea y cultiva sólo cuatro meses al año, ya que en los demás las condiciones climáticas no son favorables, pero produce los mejores lácteos de toda Europa.

Al igual que Japón, un país sin recursos naturales que exporta bienes y servicios de excelente calidad, Suiza es un país pequeño cuya imagen de seguridad, orden y trabajo lo ha convertido en la caja fuerte del mundo. Tampoco la inteligencia de las personas marca una diferencia, como lo muestran muchos estudiantes de países pobres que emigran a los países ricos, logrando resultados excelentes. Otro ejemplo son los ejecutivos de países ricos que visitan las fábricas de los países pobres, y al hablar con ellos nos damos cuenta de que no hay diferencia intelectual. Finalmente, tampoco la raza marca la diferencia: puesto que las personas de los países nórdicos, demuestran ser una fuerza productiva; no así en sus propios países, donde nunca supieron someterse a las reglas que hacen grande a una nación. Lo que hace la diferencia, entonces, es la actitud de las personas. Al estudiar la conducta de la gente en los países ricos se descubre que la mayor parte de la población simplemente siguen las reglas. En nuestros países latinoamericanos, no somos pobres porque nos falten riquezas naturales o porque la naturaleza haya sido cruel con nosotros: simplemente carecemos del carácter para cumplir las premisas básicas y elementales del funcionamiento social.

lunes, 15 de agosto de 2022

Gritos Y Susurros


Un día, un maestro preguntó:

—¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?

Los alumnos pensaron unos momentos y respondieron:

—Porque perdemos la calma —dijo uno—, por eso gritamos.

Pero ¿por qué debemos gritar cuando la persona está a tu lado? —Preguntó nuevamente el maestro—. ¿No es posible hablar en voz baja? ¿Por qué tienen que gritar cuando están enojados?

Nuevamente se oyeron otras respuestas, aunque ninguna de ellas dejó satisfecho al maestro. Entonces se puso de pie, salió al centro del salón y explicó:

Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para hacerse escuchar ellas gritan a fin de cubrir esa gran distancia. Mientras más irritados estén, más fuerte deberán levantar la voz.

Enseguida preguntó:

—¿Qué sucede en cambio cuando dos personas están enamoradas? Ellas no se gritan, sino que se hablan suavemente. ¿Por qué? Porque sus corazones están tan cerca que la distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando están aún más enamorados ¿qué sucede? Ellos no hablan, solo se susurran y se acercan cada vez más. Al final, ni siquiera necesitan susurrar. Solo se miran a los ojos, y eso es todo…

sábado, 13 de agosto de 2022

Dar Y Perder La Vida


Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a donarle sangre. Yo lo vi dudar por un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: Sí, lo haré si eso salva a Liz. Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña. De pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezaré a morir? No había comprendido al doctor, pensaba que tendría que darle toda su sangre a su hermana. Y aun así había aceptado.

Moraleja

Da todo por quienes amas. Ama como nunca lo has hecho. No desprecies la amistad de tus amigos. Vive cada día con fe, amor y paz.

Una Broma Del Maestro

Había en un pueblo de la India, un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable, pero a la vez muy extravagante. La verdad es que ese hombre les llamaba la atención al mismo tiempo que los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar. El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección.

Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:

–Amigos, ¿saben de qué voy a hablarles hoy? –No –contestaron. –En ese caso –dijo, –no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.

Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo. El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:

–¿Saben de qué voy a hablarles hoy? –Sí, lo sabemos –repusieron los aldeanos. –Siendo así –dijo el santo, – no tengo nada que decirles, porque ya lo saben. Que paséis una buena noche, amigos.

Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación. No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:

–¿Saben, amigos, de qué voy a hablares hoy? –No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta: –Algunos lo sabemos y otros no. Y el hombre santo dijo: –En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben. Dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.

Moraleja

Sin aspereza, pero con firmeza, el ser humano debe hacerse respetar a sí mismo primero para luego por respetar a los demás.

Cargar El Venado

Estaba un hombre a la orilla del camino sentado sobre una piedra, bajo la sombra de un frondoso roble. Se lo veía triste y cabizbajo, casi a punto de llorar. Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida, quien, acongojado al verlo en tal estado, le preguntó el motivo de su angustia. —¡Ay, compadre!, contestó el interpelado, —¡Mi esposa va a acabar conmigo! —No, hombre, más bien dime qué te pasa; a lo mejor te puedo ayudar a encontrar una solución al problema.

El compadre, después de limpiarse los ojos, empezó su relato: —Mira, tú sabes que somos muy pobres y en mi humilde casa la única forma de alimentarnos es con un pedazo de carne que tengo que conseguir cazando en el monte. Me tengo que ir con mi escopeta, pasar varios días de sufrimiento, salvándome de milagro de los peligros, esquivando víboras, al tigre, soportar las picaduras de las garrapatas y mosquitos, y por si esto fuera poco, aguantar cómo me cala hasta los huesos el frío y la soledad de las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo y subir la cuesta hasta llegar a mi casa en la loma. No he alcanzado a llegar cuando aparece mi esposa con el cuchillo en la mano empieza a repartir el venado entre vecinos y familiares, que una pierna para Juana, que otra para Leo, que este lomito para mi mamá, que eso para allá, que esto para acá y en menos de una semana ahí va tu tonto amigo otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé!

El compadre, después de meditar un momento, le dio la solución: —Invita a tu mujer a cazar y dale a cargar el venado. —¿¡Qué!? —Sí, sí. Mira, invítala y háblale de lo bonito de los paisajes, del esplendor de las estrellas en las noches, de los manantiales cristalinos, de sus exquisitas aguas, del aire fresco del monte lleno de oxígeno, del dulce canto de los grillos y los pájaros silvestres, en fin. No le hables de las espinas, ni los peligros, ni del frío ni el cansancio. Dile que la invitas a la cacería.

El hombre siguió el consejo. Por supuesto, la convenció. La mujer, entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo. Al cruzar el primer espino se le redujo a la mitad porque la prenda quedó desgarrada entre las ramas; la blusa se le rompió; el calzado se destrozó por los difíciles caminos, y las piedras y las espinas la hicieron sangrar. El sol le quemó la piel, el cabello se le maltrató, las manos le quedaron heridas al abrirse paso entre el espeso monte. Incluso, estuvo a punto de sufrir un infarto al encontrarse de frente con una serpiente del bosque. Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de un cuento de ultratumba. Por fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado. Ella tuvo que contener el aliento y el hombre, sigiloso, con la astucia y la agilidad de un gato, se acercó a su presa y con la mirada de un lince localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo animal. ¡Bang! El venado había muerto.

La mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así.

—Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se siente, le dijo el hombre masticando cada una de sus palabras. La mujer casi se desmaya ante la desconocida mirada de su marido, pero ante la desesperación por regresar a su hogar, no tuvo aliento ni para replicar y cargó el venado hasta su casa cruzando veredas y montañas. Agotada, con las piernas adoloridas, jadeando y casi muerta, llegó y depositó el animal en la entrada de su casa. Los niños y sus amiguitos, hijos de los vecinos, salieron a recibir a los papás cazadores y, acostumbrados a la repartición, le dijeron a su mamá con alegría: —Mamá, apúrate a repartir el venado porque la mamá de Pepe ya tiene hambre. ¿Qué pedazo le llevo a mi tía? La señora, sentada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre volteó a ver a los niños y tomando aire hasta por las orejas, les gritó:

—¡Este venado no lo toca nadie! Y tú, Pepe, ve y dile a tu mamá que, si quiere carne, ¡que vaya, cace y me traiga a mí lo que yo tantas veces le he regalado!


Moraleja

Dos personas se constituyen en pareja cuando se cumplen estas condiciones: consideración y respeto.

martes, 9 de agosto de 2022

Pureza De Corazón

Esa es la historia de dos ermitaños que vivían cada uno de ellos en una isla diferente. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación en el pueblo, mientras que el anciano era un ermitaño desconocido. Un día, el anciano tomó una balsa y se desplazó hasta la isla del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición exitosa del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la balsa para retornar a su isla, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano a su vez, se sentía muy feliz con el mantra.

El anciano era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer práctica de lo aprendido.

Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:

–Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?

El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra. Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra”. Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su isla recitando el mantra y caminando sobre las aguas.

Moraleja

El que en carne propia vive lo aprendido, goza de una pureza de corazón. ¿Qué no puede obtenerse con un corazón limpio?

La Carreta Vacía


Cierta mañana, mi padre me invitó a dar un paseo por el bosque y yo acepté con placer. Se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:Estoy escuchando el ruido de una carreta.Eso es, dijo mi padre. Es una carreta vacía.¿Cómo sabes que está vacía, si aún no lavemos? le pregunté. Y él respondió: Es muy fácil saber que una carreta está vacía, por causa del ruido.
Cuanto menos cargada está una carreta, mayor es el ruido que hace. Me convertí en adulto y aún hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, a una persona inoportuna, que interrumpe la conversación de todo el mundo, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: Cuanto menos cargada está una carreta, mayor es el ruido que hace. 

sábado, 6 de agosto de 2022

Sé Como Un Muerto

Este era un venerable maestro, que en sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo las enseñanzas de los sabios. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:

Querido mío, mi muy querido alumno, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos. El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.

¿Qué te respondieron los muertos?, preguntó el maestro. Nada dijeron. En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos. El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de ofensas contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:

¿Qué te han respondido los muertos? De nuevo nada dijeron repuso el discípulo. Y el maestro concluyó: Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos de unos y a los insultos de los otros.

Moraleja

Quien hoy te halaga, mañana te puede ofender y quien hoy te ofende, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.

El Juicio

Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la pena de muerte. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: –Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino. Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles que decían lo mismo: “Culpable". La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el juicio era una trampa. Cuando el juez lo conminó a tomar uno de los papeles, el hombre respiró profundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, selo metió a la boca y se lo comió rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon: –Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto? Es muy sencillo, replicó el hombre. Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos los designios de Dios. Con refunfuñas y una bronca muy mal disimulada, debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.

Moraleja

Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. Albert Einstein Hay que ser inteligentes y atentos, mente veloz, anticipar.

jueves, 4 de agosto de 2022

Regalos Que Se Rechazan

Había un profesor estricto y mano dura, pero muy reconocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. Un cierto día, al terminar las clases, y mientras organizaba unos documentos en su escritorio, uno de sus alumnos se le acercó y en forma desafiante le dijo: —Profesor!, lo que más me alegra de haber terminado las clases es que no tendré que es-cuchar más sus tonterías y podré dejar de ver su estúpida cara. El alumno estaba erguido y arrogante, esperando que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró de frente al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó: —Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, ¿lo recibes? El alumno quedó desconcertado por la inesperada pregunta y no pudo más que contestar: —Por supuesto que no, repuso en forma aprensiva y fría. —Bueno —prosiguió el profesor, —cuando alguien intenta ofenderme, o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo que yo puedo decidir aceptar o no aceptar. —No entiendo a qué se refiere —replicó el alumno confundido. —Muy sencillo —dijo el profesor —tú me estás ofreciendo rabia y desprecio; y si yo me siento ofendido, o me pongo furioso, estaré aceptando tus emociones como un regalo. Y yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Enseguida añadió: —Muchacho, tu rabia pasará; pero no trates de dejarla conmigo como si fuera un regalo porque no me interesa guardarla. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí depende lo que yo cargo en el mío.

La Niña y el Acróbata

Era una niña de ojos grandes como dos lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana siempre desde que tenía memoria, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos más hospitalarios de la India. Ambos se habían especializado en un número circense que consistía en que la niña trepaba por una larga soga que el hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de peligros. Por eso, el hombre le indicó a la niña:

Querida amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, tú estés pendiente de lo que yo estoy haciendo y yo me ocupe de lo que tú estás haciendo. De ese modo no correremos peligro, pequeña.

Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó: No, Babu, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.

Moraleja

Concéntrate en ti y libra tus propias batallas en lugar de meterte en las de otros. Somos dos personas completas que juntas con sus individualidades, forman un todo.

lunes, 1 de agosto de 2022

El Viajero Sediento

Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa. Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:

¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!

Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:

¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!

Moraleja

La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene problemas reales, fabrica problemas imaginarios y ficticios, teniendo incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.

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