Una joven pareja entró en el mejor almacén de la ciudad. Primero comenzaron
a ver objetos para jóvenes y finalmente cuando estaban a punto de retirarse,
fueron al sector infantil. Ambos se entretuvieron mirando los juguetes en las
estanterías. Los había de todo tipo, pero no llegaban a decidirse. Al verlos
dudando, una dependiente muy simpática se les acercó y les preguntó por sus
intereses.
—Mira, le explicó la
mujer a la empleada, —tenemos una niña muy pequeña, pero estamos casi todo
el día fuera de casa y a veces, hasta en la noche. —Es una hermosa niña,
pero casi no sonríe, añadió el hombre. —Quisiéramos comprarle algo que
la hiciera feliz, algo que le diera alegría aun cuando estuviera sola, algo que
la acompañara, que le ayudara en su desarrollo psicomotriz…—Lo siento,
respondió la empleada mirándolos seriamente, —pero aquí no vendemos padres.
Moraleja
Hasta una
empleada puede intuir la soledad de la niña, niños que también padecen de
depresión y estrés por causa de la soledad. Recibiendo juguetes de sus padres,
porque ellos no les pueden dedicar el tiempo necesario para amarlos. Así
acallan tal vez sus sentimientos de culpa.
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