En una ocasión se estaba promoviendo la exportación de artículos
bolivianos de cuero hacia los Estados Unidos y para garantizar la calidad del producto
los americanos ni lerdos ni perezosos, mandaron a un investigador a entrevistar a
los representantes de 1000 almacenes en Bolivia. La conclusión de la encuesta
fue contundente: los precios de tales productos eran altos y la calidad muy
baja. El investigador se dirigió entonces a los fabricantes para preguntarles
sobre este problema. Recibió esta respuesta: –no es culpa nuestra; las curtiembres
tienen un impuesto aduanero de protección de 15% para impedir la entrada de
cueros argentinos. A continuación, les preguntó a los propietarios de las
curtiembres, y ellos contestaron: –no es culpa nuestra; el problema radica
en los mataderos, porque ellos sacan cueros de mala calidad, como la venta de
carne les reporta mayores ganancias con menor esfuerzo, los cueros les importan
muy poco y como sea lo sacan. Entonces el investigador, armado de toda su
paciencia, se fue a un matadero. Allí le dijeron: –no es culpa nuestra; el
problema es que los ganaderos gastan muy poco en venenos contra las garrapatas
y además marcan por todas partes a las reses para evitar que se las roben,
prácticas que destruyen los cueros. Finalmente, el investigador decidió
visitar a los ganaderos. Ellos también dijeron: –no es culpa nuestra; esas
estúpidas vacas se restriegan contra los alambres de púas para aliviarse de las
picaduras.
Moraleja
Nunca es mi culpa: la culpa es del vecino, de la suegra,
del jefe, si entendiéramos que se gasta menos tiempo y esfuerzo en asumir la
culpa que en inventar excusas, las cosas mejorarían para todos.
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