Buscar tu mejor cuento

martes, 20 de septiembre de 2022

Comprar Un Padre


Una joven pareja entró en el mejor almacén de la ciudad. Primero comenzaron a ver objetos para jóvenes y finalmente cuando estaban a punto de retirarse, fueron al sector infantil. Ambos se entretuvieron mirando los juguetes en las estanterías. Los había de todo tipo, pero no llegaban a decidirse. Al verlos dudando, una dependiente muy simpática se les acercó y les preguntó por sus intereses.

—Mira, le explicó la mujer a la empleada, —tenemos una niña muy pequeña, pero estamos casi todo el día fuera de casa y a veces, hasta en la noche. Es una hermosa niña, pero casi no sonríe, añadió el hombre. —Quisiéramos comprarle algo que la hiciera feliz, algo que le diera alegría aun cuando estuviera sola, algo que la acompañara, que le ayudara en su desarrollo psicomotriz…—Lo siento, respondió la empleada mirándolos seriamente, —pero aquí no vendemos padres.


Moraleja

Hasta una empleada puede intuir la soledad de la niña, niños que también padecen de depresión y estrés por causa de la soledad. Recibiendo juguetes de sus padres, porque ellos no les pueden dedicar el tiempo necesario para amarlos. Así acallan tal vez sus sentimientos de culpa.

El Televisor

 




Mientras oraba antes de acostarse, un niño pidió a Dios con mucha devoción: –Señor, esta noche te pido algo especial: por favor conviérteme en un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera sentir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mí alrededor. Yo vivo en el sótano a lado de la lavadora, "Quiero ser tomado en serio cuando hablo.

Convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona, porque cuando se descompone llaman al técnico. Quiero tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo. Todo eso lo hacen por la tele y no por mí.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

El Valor Del Trabajo

 


Estela se levantó ese día más temprano que de costumbre. En la clínica donde trabajaba, se realizaría una conferencia con un experto en recursos humanos quien tocaría el tema del valor del trabajo. Como su jefe estaba en un congreso de actualización por un par de días, aprovechó para asistir al evento.

Efectivamente, allí estaba ella, tomando nota de todas aquellas investigaciones y teorías acerca de la importancia del trabajo. Entre otras cosas, se habló de la motivación para trabajar y de todas las satisfacciones que hacen que las personas se sientan verdaderamente útiles; el nombre que el conferencista le daba a este sentimiento de felicidad en el trabajo era el de: «autorrealización!». Mientras ella observaba silenciosa y reflexionaba sobre el tema, recordaba que siempre había querido estudiar medicina, pero, viviendo en una pequeño pueblo e hija de un obrero, se privó de entrar a la universidad. Luego de su bachillerato estudió entonces en su pueblo algunos cursos de primeros auxilios y mecanografía.

Uno de sus tíos que vivía en la capital los visitó cierto día, y se interesó por el futuro de Estela. Gracias a su oficio de visitador médico, tenía muy buenas relaciones con profesionales de la medicina y podría conseguirle algo a su sobrina; se ofreció además para que viviera en su casa con su esposa mientras ella se independizaba. Así sucedió y pronto estaba trabajando en la gran ciudad, en un notable centro médico, con un oncólogo joven, pero de muy alto reconocimiento por su profesionalismo y seriedad.

Algo que le impresionó a Estela en la entrevista de selección con su jefe fue una imagen de Cristo, en una sala de cirugía, guiándole la mano con cuidado al cirujano que operaba. Este dibujo estaba detrás de la silla del oncólogo. Ella pensó: Este doctor no se cree Dios, sino que cree en Dios, es por eso que debe ser buen médico y ser humano. Inmediatamente puso todo su empeño en salir bien de su entrevista, y muy pronto comenzó su tarea de secretaria.

Al terminar la conferencia, Estela abrió el consultorio y comenzó sus tareas cotidianas. Lo primero que hizo fue llamar a cada paciente y recordarle su cita para el lunes de la semana siguiente, al regreso de su jefe. Enseguida revisó las cirugías programadas de la semana, confirmó todos los protocolos en la clínica incluyendo comunicarse con Anestesiología para programar las citas de los que iban a ser operados. Después del almuerzo, atendió las dudas de los pacientes sobre los horarios de las cirugías, hizo algo de archivo, organizó las historias clínicas, revisó la facturación y los cobros a fin de tenerle en claro a su jefe el estado de cuentas al cierre de mes.

Estela salió mucho más tarde de lo habitual, tomó el autobús, hizo un poco de compras en el supermercado y finalmente llegó a su pequeño apartamento cerca de la clínica. Puso un disco que le agradaba, mientras cortaba preparaba la cena. En ese momento rememoró la charla de la mañana y empezó a comparar las palabras del conferencista con todo lo que ella había realizado durante el día. Por una extraña razón, sintió que un cálido rubor le cruzaba por las mejillas mientras se decía: En realidad, cómo me siento de bien haciendo lo que hago; ¡esto debe ser lo mismo que ese señor denomina: «autorrealización!.


Moraleja


La autorrealización es un término que define el máximo desarrollo de las potencialidades de una persona cuando trabaja para sí o para otros. Este empleo a fondo de sus capacidades en trabajos que le sean gratificantes, es como si fuera la suma de las necesidades satisfechas, desde la seguridad hasta la autonomía personal. Ahora se habla también del valor agregado en el trabajo, tanto en los productos o en los servicios. Creo que Estela añadía valor a lo que hacía porque se mostraba satisfecha, útil, trabajando más de lo previsto y dándole forma a un servicio médico más allá de lo esperado por los pacientes. Esta conducta de superación y de mayores alcances es un tipo de autorrealización que no se da mucho en los ambientes tóxicos de las empresas que sacrifican a las personas en la guillotina del autoritarismo y la intolerancia.

Si no, pensemos si al médico oncólogo con el que trabaja Estela no le irá mejor que a sus colegas, por cuenta de ese amable valor agregado en el servicio de su asistente o secretaria.

Los Hijos Son Como Navíos


Al dar una mirada a un navío en el puerto, imaginamos que está en su lugar más seguro, sostenido por una fuerte amarra. Sin embargo, sabemos que esa nave está allí preparándose, abasteciéndose y alistándose para zarpar hacia el mar, cumpliendo con el designio para el cual fue creado. Dependiendo de lo que la fuerza de la naturaleza le reserve, esa nave tendrá que desviar la ruta, trazar otros caminos y buscar otros puertos. Pero retornará fortalecida por la trayectoria recorrida, habrá ganado experiencia por las diferentes condiciones climáticas que superó y habrá mucha gente esperando feliz su regreso en el puerto.

Así son los hijos, tienen a sus padres, que representan un puerto seguro, hasta que se vuelven independientes. Pero, por más protección y sostén que puedan sentir junto a ellos, los hijos nacieron para soltar amarras y surcar los mares de la vida, para correr sus propios riesgos y vivir sus propias contingencias. Cierto es que llevarán consigo los ejemplos recibidos en su hogar, los conocimientos adquiridos en la escuela, pero lo más importante estará en el interior de cada uno: en la capacidad de ser feliz. El lugar más seguro para el navío es el puerto, aunque aquel no fue construido para permanecer allí. Lo difícil es el momento de verlo zarpar.

El regalo de amor más grande que se le puede dar a un hijo es la autonomía. Muchos padres piensan que ellos serán el puerto estable de sus hijos y suelen olvidar que en cambio deben prepararlos para navegar mar adentro. Hay que animarlos a encontrar su propio lugar, donde se sientan seguros, con la certeza de que ellos llegarán a ser también un puerto para los nietos.


Moraleja


A la postre los hijos deben convertirse en ciudadanos del mundo. Para que lo logren, debemos procurar que lleven en su equipaje valores tales como excelencia, tenacidad, honestidad, disciplina y generosidad. Los padres quisieran ver una sonrisa en los hijos, pero no pueden sonreír por ellos, pueden desear su felicidad con toda su alma, pero no pueden ser felices por ellos. Habrá que repetir entonces que la felicidad consiste en tener un ideal para buscar y la certeza de estar dando pasos firmes en el camino de ese logro. Los padres no deben marcar los pasos de los hijos y los hijos nunca deben descansar en los pasos que los padres forjaron. Los hijos deben salir desde el puerto a donde sus padres llegaron y, como los navíos, partir en busca de superar sus obstáculos y forjar sus propias aventuras. Como dice un viejo refrán: “Cuando un barco no llega a puerto, casi nunca la culpa es del puerto”.

domingo, 11 de septiembre de 2022

Jugando a las Escondidas


Cuentan que una vez se reunieron en la tierra todos los sentimientos y las cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca les propuso: —¡Vamos a jugar a las escondidas! La curiosidad sin poder contenerse preguntó: —¿A las escondidas? ¿Cómo se juega eso? —Es un juego en el que yo me tapo la cara para no ver y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden, y cuando haya terminado de contar, los buscaré y al primero que encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego. Ante esa apasionante forma de explicar de la locura, el entusiasmo se contagió, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía, a quien nunca le interesaba algo.

Pero no todos quisieron participar en el juego. La verdad prefirió no esconderse, ¿para qué?... Porque al final siempre la encuentran. La soberbia opinó que era un juego muy tonto, en el fondo lo que realmente le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella. Y la cobardía prefirió no arriesgarse… el pesimismo exclamó: —¡Ay! ¡Qué complicado!, yo, mejor no juego, seguro estoy que a mí me encuentran primero y pierdo. “Uno, dos, tres…” comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra que encontró en el camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad, por su parte, casi no lograba esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, antes que para ella: 

—“¿Qué tal un lago cristalino?” Mmm…, no, eso es ideal para la belleza. ¿Qué tal la rendija de un árbol? Mmm…, tampoco, eso es perfecto para la timidez. ¡Ya sé! me esconderé en una ráfaga del viento…,mmm..., no, eso es magnífico para la libertad. Así, la generosidad terminó por ocultarse en un rayito de Sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos, mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris. La pasión y el deseo, en el centro de los volcanes, y el olvido, se me olvido.

Cuando la locura contaba 999, el amor aún no encontraba sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y decidió esconderse entre sus flores. —“¡Un millón!” contó la locura y comenzó a buscar. La primera que apareció fue la pereza, estaba a tan sólo tres pasos, junto a una piedra. Después encontró a la fe… la escuchó dialogando con Dios acerca de mover montañas. A la pasión y el deseo los sintió vibrar desde el fondo de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo…él solito salió disparado de su escondite que había sido un nido de avispas. De tanto caminar, la lo cura sintió sed y dirigiéndose al lago, descubrió a la belleza y con la duda, resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidirá un de qué lado ocultarse.

Así fue encontrando a todos: al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arco iris y hasta el olvido que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Sólo el amor no aparecía por ningún lado. L a locura buscó detrás de cada árbol, debajo de cada piedra, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y comenzó a mover las ramas. De pronto, un doloroso grito se escuchó, ¡las espinas habían herido los ojos del amor! La locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo por toda la eternidad. Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la Tierra, el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

viernes, 9 de septiembre de 2022

Un Gran Concurso


Un día los animales de la selva decidieron iniciar un particular concurso, ya que en todos ellos rondaba la duda de quién tenía la mejor voz y quizá por ello se organizó de inmediato un concurso de canto, en el cual se anotaron rápidamente casi todos los presentes, desde el jilguero hasta el rinoceronte. Guiados por el sabio búho, quien había aprendido en la ciudad de Atenas, todas las normas de una elección, así se decretó que el concurso se definiría por el voto secreto y universal de todos los concursantes, donde no estaba permitido votar por sí mismo y así serían de esta manera su propio jurado. Así fue, todos los animales, incluido el hombre, pasaron al estrado y cantaron recibiendo un intenso y acalorado aplauso de la audiencia. Luego anotaron su voto en un papelito y lo colocaron doblado en una gran urna que sostenía el búho. El primer voto, hermanos, es para nuestro amigo, ¡el burro! Dijo el búho. Se produjo un silencio, seguido de algunos tímidos aplausos. Segundo voto: ¡burro! Tercero... ¡burro! Los concursantes comenzaron a mirarse, sorprendidos al principio, acusadoramente después y, por último, cuando proseguían apareciendo votos para el burro, cada vez más culposos y avergonzados de sus propios votos. Todos sabían que no había peor canto que el desastroso rebuzno del equino. Sin embargo, uno tras otro, los votos lo elegían como el mejor de los cantores. Y así sucedió que, terminado el escrutinio, quedó decidido por “libre elección” del “imparcial” jurado, que el horrible y estridente canto del burro era el ganador: La mejor voz de la selva y alrededores.

El búho explicó después lo sucedido: cada concursante considerándose a sí mismo el indudable vencedor, había dado su voto al menos calificado de los concursantes: aquél que no podía representar amenaza alguna a su propia proclamación. La votación fue casi unánime. Sólo dos votos no fueron para el burro: el del propio burro que nada tenía para perder y votó sinceramente por la calandria y el del hombre que (cuando no) votó por sí mismo.

domingo, 4 de septiembre de 2022

La Compasión está en los Ojos


Era una noche muy fría, hace muchos años. La barba del anciano estaba vidriada por la helada invernal, mientras esperaba que lo llevaran al otro lado del río. La espera parecía no tener fin. Su cuerpo se entumeció y tensó debido al viento helado del norte. Escuchó el suave y continuo ritmo de los cascos que se acercaban galopando por el helado camino. Observó con ansiedad cuando varios jinetes tomaron la curva. Dejó que pasara el primero, sin hacer esfuerzo alguno por atraer su atención. Después pasó otro y otro más. Finalmente, el último jinete se acercó al sitio donde se encontraba sentado el anciano, como si fuera una estatua de nieve. Cuando este hombre se acercó, el anciano lo miró a los ojos. —Señor, ¿le importaría llevar a un hombre al otro lado? -Preguntó el anciano-. Parece ser que no hay un camino para ir a pie. El jinete detuvo su caballo y respondió: Seguramente. Al ver que el anciano no podía levantar su cuerpo medio congelado del frío, el jinete desmontó y lo ayudó a montar. Llevó al anciano no sólo al otro lado del río, sino hasta su destino, a unos kilómetros de distancia.

Cuando se aproximaron a la pequeña y acogedora cabaña, la curiosidad del jinete lo obligó a preguntar: Señor, noté que dejó pasar a varios jinetes, sin esforzarse por asegurar que lo llevaran. Cuando yo me acerqué, de inmediato me pidió que lo llevara. Siento curiosidad de saber por qué, en una noche invernal tan fría, esperó y selo pidió al último jinete. ¿Y si me hubiera negado y lo hubiera dejado allí?”. El anciano desmontó con lentitud y miró al jinete directamente a los ojos. —He estado por aquí durante algún tiempo -respondió el anciano. Creo conocer muy bien a la gente. Miré a los ojos a los otros jinetes y de inmediato noté que no les preocupaba mi situación. Hubiera sido inútil pedirles que me llevaran. Sin embargo, cuando lo miré a los ojos, su bondad y su compasión fueron evidentes. Supe que su espíritu amable aprovecharía la oportunidad para ayudarme en mi momento de necesidad. Esos comentarios entusiastas conmovieron profundamente al jinete. —Estoy muy agradecido por lo que dijo, comentó el jinete al anciano. Espero nunca estar demasiado ocupado en mis propios asuntos y no responder a las necesidades de otras personas con amabilidad y compasión. Después de pronunciar esas palabras, Thomas Jefferson hizo que su caballo diera la vuelta y regresó a la Casa Blanca.

Lo Que Esperamos Los Hijos De Nuestros Padres


En una reunión de padres de familia, un joven pidió la palabra para leer un escrito que había hecho con varios de sus compañeros. El rector, un poco sorprendido, aceptó la lectura del siguiente documento:

Son muchas las ocasiones en las que se escucha a los padres manifestar lo que quisieran de sus hijos cuando crezcan. Por ejemplo, que sean grandes profesionales, exitosos y responsables. Hablando de hoy, que obedezcamos, que ayudemos en la casa, que seamos educados con papá y mamá, y que no nos peleemos con nuestros hermanos; en fin, esperan muchas cosas de nosotros.

Pero alguna vez, desde su perspectiva de padre o madre, ¿ha pensado lo que nosotros, sus hijos o hijas, esperamos de ustedes? Compréndannos. Sabemos que ustedes trabajan, pero nosotros estudiamos (aunque a veces no les parezca); no somos multiusos y también nos cansamos; no somos perfectos y tenemos errores, pero los tenemos a ustedes para ayudarnos a mejorar. Nos gustan cosas diferentes a las que les gustan a ustedes, porque los tiempos cambian y las costumbres también. No esperen que nos vistamos como ustedes ni que actuemos como ustedes; compréndannos, somos diferentes a ustedes.

Respétennos. Respeten nuestras decisiones y respeten nuestras opiniones puesto que unas y otras reflejan nuestra manera de ser; por lo mismo respeten también nuestras preferencias. Respeten nuestra privacidad, pues tenemos derecho aguardar secretos. Además, respeten nuestros sueños y metas: tal vez no sean lo que ustedes desean, pero si los tenemos es porque al menos deseamos cumplirlos. Apóyennos. No se imaginan cuanto necesitamos de ustedes, son nuestra fuerza para poder cumplir todos esos sueños y deseos. Apóyennos en lo que elijamos en nuestra vida, ya sea nuestra carrera, nuestra novia o novio, nuestros amigos, o en las metas que nos propongamos. Exprésennos abiertamente ese apoyo y así saldremos adelante con mayor facilidad.

Escúchennos. Escuchen cuando les hablemos: no solo hablen ustedes. Escuchen nuestras historias, pero demuestren sus ganas de oírnos. Escuchen nuestros problemas e inquietudes, escuchen nuestros sentimientos, escuchen nuestros reclamos y gritos. Respeten nuestras alegrías y festejos. Por más insignificantes que sean las cosas que les contamos, óigannos, lo necesitamos. Oriéntennos. Tal vez muchas veces lo hayan intentado y no los hemos aceptado: perdónennos por no hacerlo, pero por favor nunca dejen de aconsejarnos y guiarnos. Ustedes son los de la experiencia, lo reconocemos, pero no nos obliguen tampoco a seguirlos, no nos dejen caer y fallar; si nos van a ayudar para el futuro, y soy terco, cuando eso pase jálennos las orejas y póngannos de nuevo en el camino correcto.

Pero lo más importante: sean nuestro ejemplo, nuestro modelo a seguir. No nos exijan cosas que ustedes no dan: no nos exijan paciencia si ustedes nos gritan; no nos exijan respeto si nos insultan y ofenden; no pidan que cumplamos lo que prometemos si ustedes no lo hacen; no nos pidan amor si no nos lo dan; no nos pidan besos y abrazos si lo que recibimos a cambio son gritos y golpes. Los queremos y mucho, nos encanta que sean nuestros papás y mamás, nos encanta estar con ustedes, pero, así como nos piden cosas, nosotros también se las pedimos y no por venganza sino por necesidad. Los necesitamos, necesitamos de ustedes y de su amor; necesitamos sus besos y sus abrazos, pero también necesitamos que nos dejen volar.

Sabemos que ustedes no son perfectos, nosotros tampoco lo somos. Sabemos que no nos pueden cumplir todos los caprichos, pero lo material no nos importa. Sabemos que hacen las cosas por nuestro bien y se lo agradecemos. Sabemos que desean lo mejor para nosotros, y también deseamos lo mejor para ustedes. Sabemos que no quieren que suframos, pero de repente es bueno sufrir y tropezar, y tal vez así nos levantaremos más fuertes y venceremos. Los queremos mucho y gracias por todo.


Moraleja

Los chicos y chicas están cuestionando mucho la conducta de sus padres. No entienden muchos de sus comportamientos: pero los padres también tienen inmensas brechas de comunicación con sus hijos y se dan enormes incomprensiones. Este mensaje figurado de los hijos a los padres nos pone a pensar en que los hijos también son personas. Lo peor de todo es que las comunicaciones, cuando fallan del lado paterno o materno, se convierten en situaciones de poder, en órdenes tajantes y no en razonamientos. De ahí en adelante la causa está perdida y la interacción se rompe por algún tiempo.  Realmente no es el rol de amigo el que espera un chico en formación de su papá o de su mamá, puesto que un amigo no reprende, no evalúa, no establece límites, no disciplina. Un amigo es complaciente y hasta cómplice, casi nunca recrimina y no se opone a los gustos del amigo.

jueves, 1 de septiembre de 2022

Un Error Afortunado


En el salón de clase había dos alumnos que tenían el mismo apellido: Gonzáles. Uno de los Gonzáles, el más pequeño, era un verdadero dolor de cabeza para la maestra: indisciplinado, poco apegado a los estudios, un buscapleitos. En cambio, el otro Gonzáles, era un alumno ejemplar, responsable y todo un caballero.

Un día, al final del mes, se realizó la reunión de padres de familia, al terminar la reunión, una señora de modales muy finos se acercó y se presentó frente a la maestra como la mamá de Gonzáles. La maestra, creyendo que se trataba de la mamá del alumno ejemplar, se deshizo en alabanzas y felicitaciones y repitió varias veces que era un verdadero placer tener a su hijo como alumno. A la mañana siguiente, el Gonzáles revoltoso llegó muy temprano al colegio y fue directo en busca de su maestra. Cuando la encontró, le dijo casi entre lágrimas: Muchas gracias profesora por haberle dicho a mi mamá que yo era uno de sus alumnos preferidos y que era una alegría tenerme en su clase. ¡Con qué felicidad me lo decía mi madre! ¡Qué feliz estaba! Yo sé que hasta ahora no he sido bueno y me he hecho castigar mucho, pero desde ahora le prometo que voy a cambiar. La maestra cayó en la cuenta de su error, pero no dijo nada. Sólo sonrió y acarició levemente la cabeza de Gonzáles en un gesto de profundo cariño. Con el pasar del tiempo, el pequeño Gonzales cambió totalmente desde entonces y fue realmente, un placer tenerlo en clase, ahora la maestra dice: ahora tengo 2 Gonzales ejemplares.

Moraleja

Muchas veces, las expectativas que tenemos de una persona, de una u otra forma se las comunicamos y es probable que se conviertan en realidad. Las expectativas que los profesores tienen, representan uno de los factores más poderosos en el rendimiento escolar de los alumnos. Si el maestro tiene expectativas positivas sobre sus alumnos, ellos lo notan y logra que estos avancen. Lo mismo si son negativas. Si el maestro está convencido de que sus alumnos son incapaces, los vuelve incapaces. Como dice el dicho: “Si piensas que tu alumno es un idiota, si en realidad no lo es, pronto lo va a ser”.  Si, por lo contrario, el maestro está convencido de que tiene en su salón un grupo de triunfadores, los vuelve triunfadores. Si el maestro tiene una autoestima positiva, valora su trabajo y se encuentra a gusto consigo mismo, sus alumnos lo notan.

Por el contrario, el maestro amargado, sin entusiasmo ni ilusión, cubre toda la acción educativa con un manto de pesimismo y frena las capacidades de sus alumnos. 

Evita toda palabra, gesto u opinión ofensiva. Subraya siempre lo positivo, y sobre todo, no dejes nunca de querer a tus alumnos. Querer a los alumnos no es exagerar en halagos, haciendo que tengan una falsa autoestima. Querer a los alumnos supone interesarse por ellos, por su crecimiento y su desarrollo integral, alegrarse de sus éxitos, aunque sean pequeños y sobre todo, nunca perder la fe.

Vive y enseña a vivir para hacer felices a los que te rodean. En vez de preguntarte qué te van a dar los demás, pregúntate qué vas a darles tú. Proponte vivir de tal modo que todos los que te tratan y conocen sientan una dicha tenerte.  Esfuérzate, desde que te levantas, por ser un regalo para todos los que te consigas en el día. Que consideren un don haberse encontrado contigo. Que de tu conversación salgan fortalecidos. Piensa en lo mucho que se te ha dado, en lo privilegiado que eres. Porque se te ha dado mucho, debes mucho a los demás.

 

El Payaso Acróbata


Cuenta una bellísima leyenda francesa del siglo XII que un acróbata y payaso, hastiado de recorrer el mundo, llegó a la abadía de los monjes con la intención de incorporarse allí y dedicarse por entero al servicio de Dios. Tengo que devolverle a Dios lo que Dios me a dado a mi, decía el payaso. Muy pronto, sin embargo, cayó en la cuenta de que no estaba preparado para vivir la vida de los monjes. No sabía leer ni escribir, no sabía las oraciones, era muy torpe para los trabajos manuales y los ratos de oración se le hacían interminables. A medida que pasaban los días, se veía cada vez más triste y deprimido, como si un manto de tristeza cubriera su alma.

Un, día, muy temprano en la mañana, mientras los demás monjes estaban rezando, el payaso acróbata se puso a vagar por la abadía  y llegó a la capilla de la iglesia, donde descubrió  una imagen de la virgen sentada en su trono. El payaso observó con tal atención el rostro cariñoso y compasivo de la virgen, sintió que no había hecho nada en su vida para demostrarle a la virgen su amor de hijo. Como lo único que sabía hacer bien era brincar y bailar, se despojó de su pesado hábito y empezó a ejercitar para la virgen sus mejores saltos, muecas y cabriolas, mientras le rogaba que aceptara su actuación como prueba de su amor. Desde ese día, mientras los demás monjes se entregaban a sus oraciones, el payaso bailaba, brincaba y ejercitaba sus mejores actos con toda devoción para la virgencita de la cripta.

Un día, mientras hacía sus acrobacias, un monje lo sorprendió haciendo sus brincos y payasadas, muy escandalizado, corrió a contárselo al abad.  Bajaron los dos en silencio a la cripta y, ocultos detrás de una columna, presenciaron atónitos la actuación del acróbata, ofendidos por las payasadas que según ellos, era un acto del demonio  e insultaba a la imagen virgen, el payasito sentenciado a morir en la hoguera por sus sacrilegios y nunca más se volvió escuchar las risas del payaso acróbata en el monasterio.

Moraleja

Cuan injustos podemos llegar a ser, veamos dos  veces antes de pensar, pensemos dos veces antes de hablar, y hablemos antes de enojarnos.

Todos nacimos para ser algo en la vida, y ese algo que sabemos hacer, nadie lo hace como nosotros. Uno es lo que es y a veces pretender hacer otra cosa nos puede traer problemas.

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