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jueves, 1 de septiembre de 2022

Un Error Afortunado


En el salón de clase había dos alumnos que tenían el mismo apellido: Gonzáles. Uno de los Gonzáles, el más pequeño, era un verdadero dolor de cabeza para la maestra: indisciplinado, poco apegado a los estudios, un buscapleitos. En cambio, el otro Gonzáles, era un alumno ejemplar, responsable y todo un caballero.

Un día, al final del mes, se realizó la reunión de padres de familia, al terminar la reunión, una señora de modales muy finos se acercó y se presentó frente a la maestra como la mamá de Gonzáles. La maestra, creyendo que se trataba de la mamá del alumno ejemplar, se deshizo en alabanzas y felicitaciones y repitió varias veces que era un verdadero placer tener a su hijo como alumno. A la mañana siguiente, el Gonzáles revoltoso llegó muy temprano al colegio y fue directo en busca de su maestra. Cuando la encontró, le dijo casi entre lágrimas: Muchas gracias profesora por haberle dicho a mi mamá que yo era uno de sus alumnos preferidos y que era una alegría tenerme en su clase. ¡Con qué felicidad me lo decía mi madre! ¡Qué feliz estaba! Yo sé que hasta ahora no he sido bueno y me he hecho castigar mucho, pero desde ahora le prometo que voy a cambiar. La maestra cayó en la cuenta de su error, pero no dijo nada. Sólo sonrió y acarició levemente la cabeza de Gonzáles en un gesto de profundo cariño. Con el pasar del tiempo, el pequeño Gonzales cambió totalmente desde entonces y fue realmente, un placer tenerlo en clase, ahora la maestra dice: ahora tengo 2 Gonzales ejemplares.

Moraleja

Muchas veces, las expectativas que tenemos de una persona, de una u otra forma se las comunicamos y es probable que se conviertan en realidad. Las expectativas que los profesores tienen, representan uno de los factores más poderosos en el rendimiento escolar de los alumnos. Si el maestro tiene expectativas positivas sobre sus alumnos, ellos lo notan y logra que estos avancen. Lo mismo si son negativas. Si el maestro está convencido de que sus alumnos son incapaces, los vuelve incapaces. Como dice el dicho: “Si piensas que tu alumno es un idiota, si en realidad no lo es, pronto lo va a ser”.  Si, por lo contrario, el maestro está convencido de que tiene en su salón un grupo de triunfadores, los vuelve triunfadores. Si el maestro tiene una autoestima positiva, valora su trabajo y se encuentra a gusto consigo mismo, sus alumnos lo notan.

Por el contrario, el maestro amargado, sin entusiasmo ni ilusión, cubre toda la acción educativa con un manto de pesimismo y frena las capacidades de sus alumnos. 

Evita toda palabra, gesto u opinión ofensiva. Subraya siempre lo positivo, y sobre todo, no dejes nunca de querer a tus alumnos. Querer a los alumnos no es exagerar en halagos, haciendo que tengan una falsa autoestima. Querer a los alumnos supone interesarse por ellos, por su crecimiento y su desarrollo integral, alegrarse de sus éxitos, aunque sean pequeños y sobre todo, nunca perder la fe.

Vive y enseña a vivir para hacer felices a los que te rodean. En vez de preguntarte qué te van a dar los demás, pregúntate qué vas a darles tú. Proponte vivir de tal modo que todos los que te tratan y conocen sientan una dicha tenerte.  Esfuérzate, desde que te levantas, por ser un regalo para todos los que te consigas en el día. Que consideren un don haberse encontrado contigo. Que de tu conversación salgan fortalecidos. Piensa en lo mucho que se te ha dado, en lo privilegiado que eres. Porque se te ha dado mucho, debes mucho a los demás.

 

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